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"...Pues
los versos sólo son herméticos para quien jamás ha podido soportar a un poeta
y, por odio al olor de su vida, se ha refugiado en el puro espíritu..."
¿Quién soy?
¿De dónde vengo?
Soy Antonin Artaud
y apenas yo lo diga
como sé decirlo
inmediatamente
verán mi cuerpo actual
estallar
y recogerse
bajo diez mil aspectos notorios
un cuerpo nuevo
en el que ustedes no podrán
nunca jamás
olvidarme.
"...como
los sacerdotes en la liturgia de la misa huyen de los espasmos de un crucificado..."
"...Soy
imbécil, por supresión del pensamiento,
por malformaciones de pensamiento,
estoy vacante por estupefacción de mi lengua..."
Antonin Artaud (Marsella, 1896-Rodez, 1948) sufrió su primera postración mental a los 16 años, edad a la que había dado ya muestras de su enorme talento poético. Tras permanecer internado en varias casas de salud, en 1918 ingresó en el hospital de Neuchátel, donde además de experimentar una notable mejoría aprendió a dibujar del natural. En 1920 se instaló en París, fue secretario de la revista Demaín y publicó una selección de textos. En 1924 dio a la imprenta su primer libro de poemas, Trictac de ciel, conoció a André Breton y colaboró en Révolunon surréaliste. Tras romper con el surrealismo, crisis expuesta en el opúsculo A la gran nuit (1928), trabajó como actor, y con notable éxito, con Pitoef y Jouvet, entre otros directores escénicos. En 1926 fundó (con Aron y Vitrac) el Teatro Alfred Jarry, donde realizó varios espectáculos. Ante la hostilidad del público, puso por escrito sus ideas sobre el nuevo teatro en Manifeste du Théatre de la Cruanté (1935). En 1935 cuando había ya publicado una novela (Le moine, 1931) y Héliogabale ou l'anarquiste couronné (1934), el fracaso que obtuvo con Les Cenci, obra basada en textos de Shelley y Stendhal, lo alejó del teatro y de París. Trasladado a México, vivió unos meses entre los indios tarahumaros, en SierraMadre. Regresó a Francia en 1937 e inició un recorrido de diez años por varios manicomios. Antes de morir en el asilo de Rodez, en 1948, aún tuvo tiempo de volver a París, donde, sin él saberlo, gozaba de un sólido prestigio: en su ausencia había salido a la luz El teatro y su doble (1938), que le había procurado un reconocimiento que se vio reafirmado con la publicación de Letres de Rodez (1946) y le alentó a publicar Van Gogh, ou le suicidé de la société (1947).