TEXTOS DE SOMBRA Y ÚLTIMOS POEMAS
(presentados por Olga Orozco y Ana Becciú, volúmen póstumo de obras inéditas y dispersas, escritas entre 1963 y 1972)

Se prohibe mirar el cesped

en el centro...

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A tiempo y no

...Al alba venid...

No quiero ir...

Alguien cae...

 

SE PROHIBE MIRAR EL CESPED

Maniquí desnudo entre escombros. Incendiaron 

la vidriera, te abandonaron en posición de ángel 

petrificado. No invento: esto que digo es una 

imitación de la naturaleza, una naturaleza 

muerta. Hablo de mí, naturalmente.



en el centro puntual de la maraña
Dios, la araña



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No es un verbo sino un vértigo. No indica acción. No quiere decir ir al encuentro de alguien sino yacer porque alguien no viene.



A TIEMPO Y NO

A Enrique Pezzoni


-No he visto aún a la reina loca-dijo la niña.
-Pues acompáñame, y ella te contará su historia-dijo la muerte.
Mientras se alejaban, la niña oyó que la muerte decía, dirigiéndose a un grupo de gente que esperaba: "Hoy están perdonados porque estoy ocupada"., cosa que la alegró, pues el saber que eran tan pocos los que iban a morir la ponía algo triste.
Al poco rato vieron, a lo lejos, a la reina loca que estaba sentada muy triste sobre una roca.
-¿Qué le pasa?- preguntó la niña a la muerte.
-Todo es imaginación-replicó la muerte-, en realidad no tiene la menor tristeza.
-Pero sufre igual, entonces no hay ninguna diferencia-dijo la niña.
-Vamos-dijo la muerte.

Se acercaron, pues, a la reina loca, que las miró en silencio.
-Esta niña desea conocer tu historia-dijo la muerte.
-Yo también quisiera conocer mi historia si yo fuera ella y ella yo-dijo la reina loca. Y agregó-: Siéntense las dos y no digan una sola palabra hasta que haya terminado.
La muerte y la niña se sentaron y, durante unos minutos, nadie pronunció una sola palabra. La muñeca cerró los ojos.
-No veo cómo podrá terminar si no empieza-dijo la niña.
Se hizo un gran silencio.
-Una vez fui reina-empezó al fin la reina loca.
A esas palabras el silencio se volvió a unificar y se hizo denso como una caverna o cualquier otro abrigo de piedra: dentro, entre las paredes milenarias, la joven reina rodeada de unicornios sonríe a su espejo mágico. La niña sentía deseos de prosternarse ante la narradora en harapos y decirle: "Muchas gracias por su interesante historia, señora", pero algo le hacía suponer que la historia de la reina loca aún no estaba terminada y por lo tanto permaneció quieta y callada.
La reina loca suspiró profundamente. La muñeca abrió los ojos.
-"Hijo mío, tráeme la preciosa sangre de tu hija, su cabeza y sus entrañas, sus fémures y sus brazos que te dije encerraras en la olla nueva y la taparas, enséñamelo, tengo deseos de mirar todo eso; hace tiempo te lo di, cuando ante mí gemiste, cuando ante mí estalló tu llanto"-dijo la reina loca.
-No le hagas caso-dijo la muerte-, está loca.
-¿Y cómo no va a estarlo si es la reina loca?-dijo la niña.
-Siempre divaga sobre lo que no tuvo. Lo que no tuvo la atraganta como un hueso-dijo la muerte.
Con los ojos llenos de lágrimas prosiguió la reina loca:
-Niña, tú que no has tenido un reino, no puedes saber por qué voy bajo la lluvia con mi corona de papel dorado y la protejo....
-Para que no se moje-dijo la niña. Y empezó a contar: Una vez mi primo y yo. Pero se contuvo pues la muerte mordía con impaciencia un pétalo de rosa que tenía en la boca.
-No, no puedo saber-dijo la niña.
-Pues cuenta la historia de una vez y basta -dijo la muerte consultando su reloj que en ese momento se abrió e hizo aparecer a un pequeño caballero con una pistola en la mano que disparó seis tiros al aire: eran las seis en punto de la tarde y el crepúsculo no dejaba de revelarse algo siniestro, sobre todo por la fugaz aparición del caballerito del reloj y por la presencia de la muerte, aún si ésta jugaba con una rosa que lamía y mordía. A lo lejos, cantaban acompañándose de aullidos y tambores. Alguien cantaba una canción en alabanza de las florecillas del campo, del cielito blanco y azul, del arroyuelo que mana agüita pura. Pero otra voz cantaba otra cosa:

Et en bas, come au bas de la pente amère,
cruellement désespéré du coeur,
s'ouvre le cercle des six croix,
trés en bas
comme encastré dans la terre mère,
desencontré de l´ entreinte inmonde de la mèr
qui bave.

La reina loca suspiró.
-Me he acostado con mi madre. Me he acostado con mi padre. Me he acostado con mi hijo. Me he acostado con mi caballo-dijo. Y agregó-: ¿Y qué?
La muerte escupió otro pétalo y bostezó.
-Qué interesante-dijo la niña con temor de que su muñeca hubiese escuchado. Pero la muñeca sonreía, aunque tal vez con demasiado candor.
-Podría contarte mi historia a partir de la e de ¿Y qué?, que fue la última frase que dije aunque ya no es más la última-dijo la reina loca-. Pero es inútil contarte mi historia desde el principio de nuestra conversación, porque yo era otra persona que no está más.
La muerte bostezó. La muñeca abrió los ojos.
-Qé bida!-dijo la muñeca, que aún no sabía hablar sin faltas de ortografía.
Todo el mundo sonrió y tomó el té sobre la roca, en el funesto crepúsculo, mientras aguardaban a Maldoror que había prometido venir con su nuevo perro. Entretanto, la muerte cerró los ojos, y tuvieron que reconocer que dormida quedaba hermosa.


 

...AL ALBA VENID...

a Silvina Ocampo

al viento no lo escucheís,

al viento.

       toco la noche,

a la noche no la toqueís,

al alba

      voy a partir,

al laba no partáis, al laba

voy a partir.


 

no quiero ir

nada más

que hasta el fondo


Alguien

                 cae

                           en 

                                     su

                                                     primera caida