Las aventuras perdidas
(1958)
Fiesta en el vacío
Como el viento sin alas encerrado en mis ojos
es la llamada de la muerte.
Dónde el ángel,
dónde su palabra.
Oh perforar con vino la suave necesidad del ser.
Yo no sé de
pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad
debería tener alas.
a León Ostrov
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo
Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones que man palomas en mis
ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre
Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los
labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.
Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada
Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es o nunca jamás o simplemente
fue
¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?
¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?
El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde
Señor
Arroja los féretros de mi sangre
Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón
Recuerdo las negras mañanas del sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo
Afuera hay sol.
No es más que un sol
pero los hombres lo miran
y después cantan.
Yo no sé del sol.
Yo sé de la melodía del ángel
y el sermón caliente
del último viento
Sé gritar hasta el alba
cuando la muerte se posa
desnuda
en mi sombra.
Yo lloro debajo de mi nombre.
Yo agito pañuelos en la
noche
y barcos sedientos de
realidad
bailan conmigo.
Yo oculto clavos
para escarnecer a mis sueños
enfermos.
Afuera hay sol.
Yo me visto de cenizas.
a Raúl Gustavo Aguirre
Esta manía de saberme ángel,
sin edad,
sin muerte en qué vivirme,
sin piedad por mi nombre
ni por mis huesos que lloran
vagando.
¿Y quién no tiene un amor?
¿Y quién no goza entre
amapolas?
¿Y quién no posee un
fuego, una muerte,
un miedo, algo horrible,
aunque fuere con plumas
aunque fuere con sonrisas?
Siniestro delirio amar una sombra.
La sombra no muere.
Y mi amor
sólo abraza a lo que fluye
como lava del infierno:
una logia callada,
fantasmas en dulce erección,
sacerdotes de espuma,
y sobre todo ángeles,
ámgeles bellos como
cuchillos
que se elevan en la noche
y devastan la esperanza.
a Elizabeth Azcona Cranwell
Llamé, llamé como la náufraga
dichosa
a las olas verdugas
que conocen el verdadero
nombre
de la muerte.
He llamado al viento,
le confié mi ser.
Pero un pájaro muerto
vuela hacia la desesperanza
en medio de la música
cuando brujas y flores
cortan la mano de la bruma.
Un pájaro muerto llamado
azul.
No es la soledad con alas,
es el silencio de la
prisionera,
es la mudez de pájaros y
viento,
es el mundo enojado con mi
risa
o los guardianes del
infierno
rompiendo mis cartas.
He llamado, he llamado.
He llamado hacia nunca.
¿Qué bestia caída de pasmo
se arrastra por mi sangre
y quiere salvarse?
He aquí lo difícil:
caminar por las calles
y señalar el cielo o la
tierra.
a Olga Orozco
Yo
no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.
Poco sé de la noche
pero la noche parece saber de mí,
y más aún, me asiste como si me
quisiera,
me cubre la existencia con sus
estrellas.
Tal vez la noche sea la vida y el sol la muerte.
Tal vez la noche es nada
y las conjeturas sobre ella nada
y los seres que la viven nada.
Tal vez las palabras sean lo único que
existe
en el enorme vacío de los siglos
que nos arañan el alma con sus
recuerdos.
Pero la noche ha de conocer la miseria
que bebe de nuestra sangre y de nuestras
ideas.
Ella debe arrojar odio a nuestras
miradas
sabiéndolas llenas de intereses, de
desencuentros.
Pero sucede que oigo a la noche llorar en mis huesos.
Su lágrima inmensa delira
y grita que algo se fue para siempre.
Alguna vez volveremos a ser.
mis manos crecían con música
detrás de las flores
pero ahora
por qué te busco
noche,
por qué duermo con
tus muertos